La influenza ha traído consigo conductas atípicas. Ahora a las mujeres, a las personas de color y a los indígenas se les ha sumado un nuevo sector de la población que, en las últimas horas, es constantemente discriminado: los estornudadores. Son los nuevos relegados sociales, no importa si es por alergia, por una corriente de aire o una sencilla gripe: el estornudo se ha convertido en una práctica políticamente incorrecta y señalada.
También ha provocado que el ingenio mexicano se despierte. En las redes sociales se comenzaron a leer creativas frases como: “Lo siento, no te puedo besar ni abrazar, porque te puedo influenzar”; “alejado de las malas influenzas...”; “con la influenzasón, ¡qué cosas suceden!, ¡qué cosas suceden!, con la influenzasón”; “solos contra la influenza”; “ya salió M Force contra la influenza… no es para el que no puede vivir, sino para el que quiere vivir más”. Hasta la Agrupación Cariño ya sacó la cumbia de la influenza, cuyos primeros párrafos son: “La noticia del día: la influenza ya llegó, compren todos medicina pa’ enfrentar al batallón. Ya mejor que te de un sida, un cáncer o comezón. Hoy más vale ser suicida con taquitos de pastor”.
¿Por qué los mexicanos toman con humor la tragedia? Mauro Rodríguez Estrada y Patricia Ramírez Buendía en su libro Psicología del mexicano en el trabajo, explican una posible razón: ¿Será descabellada la conclusión de que somos, como pueblo, un caso psiquiátrico? Histéricos que simulamos para ser aceptados; narcisitas que nos autoidealizamos en la fantasía; esquizoides que no acabamos de saber quiénes somos: paranoides que desconfiamos de todo y de todos; fanáticos religiosos que persistimos en creernos “el pueblo escogido” cerrando los ojos a nuestras evidentes miserias”.
Pero mientras son peras o manzanas, investigadores, académicos y científicos integrantes de la ACHU (Asociación de Científicos y Humanistas Unidos), en coordinación con el Immaculate Center of Weird Diseases, no quisieron quedarse con los brazos cruzados y comenzaron a trabajar en propuestas sobre cómo vivir con la influenza haciéndola parte de la vida cotidiana.
En las bodas se sustituirá la frase oficial por: “Juntos, hasta que la influenza nos separe”. Ahora las mamás dirán a sus hijos irresponsables: “¿Dónde estabas? ¿No ves que me tenías con el Jesús en el tapabocas?”. Los suicidas pueden dejar a un lado la ruidosa pistola y el escandaloso corte de venas; ahora pueden quitarse la vida por sólo dos pesos: subiéndose al metro sin tapabocas para contagiarse. Los asaltantes también podrán innovar su forma de delinquir: “Esto es un asalto, tengo influenza y si no me da todo lo que trae, le estornudo encima”.
También ha provocado que el ingenio mexicano se despierte. En las redes sociales se comenzaron a leer creativas frases como: “Lo siento, no te puedo besar ni abrazar, porque te puedo influenzar”; “alejado de las malas influenzas...”; “con la influenzasón, ¡qué cosas suceden!, ¡qué cosas suceden!, con la influenzasón”; “solos contra la influenza”; “ya salió M Force contra la influenza… no es para el que no puede vivir, sino para el que quiere vivir más”. Hasta la Agrupación Cariño ya sacó la cumbia de la influenza, cuyos primeros párrafos son: “La noticia del día: la influenza ya llegó, compren todos medicina pa’ enfrentar al batallón. Ya mejor que te de un sida, un cáncer o comezón. Hoy más vale ser suicida con taquitos de pastor”.
¿Por qué los mexicanos toman con humor la tragedia? Mauro Rodríguez Estrada y Patricia Ramírez Buendía en su libro Psicología del mexicano en el trabajo, explican una posible razón: ¿Será descabellada la conclusión de que somos, como pueblo, un caso psiquiátrico? Histéricos que simulamos para ser aceptados; narcisitas que nos autoidealizamos en la fantasía; esquizoides que no acabamos de saber quiénes somos: paranoides que desconfiamos de todo y de todos; fanáticos religiosos que persistimos en creernos “el pueblo escogido” cerrando los ojos a nuestras evidentes miserias”.
Pero mientras son peras o manzanas, investigadores, académicos y científicos integrantes de la ACHU (Asociación de Científicos y Humanistas Unidos), en coordinación con el Immaculate Center of Weird Diseases, no quisieron quedarse con los brazos cruzados y comenzaron a trabajar en propuestas sobre cómo vivir con la influenza haciéndola parte de la vida cotidiana.
En las bodas se sustituirá la frase oficial por: “Juntos, hasta que la influenza nos separe”. Ahora las mamás dirán a sus hijos irresponsables: “¿Dónde estabas? ¿No ves que me tenías con el Jesús en el tapabocas?”. Los suicidas pueden dejar a un lado la ruidosa pistola y el escandaloso corte de venas; ahora pueden quitarse la vida por sólo dos pesos: subiéndose al metro sin tapabocas para contagiarse. Los asaltantes también podrán innovar su forma de delinquir: “Esto es un asalto, tengo influenza y si no me da todo lo que trae, le estornudo encima”.
Tomado de :
www.eluniversal.com.mx
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